miércoles, 30 de noviembre de 2011

CAPÍTULO 7:

[ÉL]

Tras acabar de comer me puse al ordenador, me metí en el correo y vi que tenía varios e-mails, la mayoría eran de publicidad y uno era de una dirección que no conocía, lo abrí el primero y comencé a leer:

Hola Alonso, te preguntarás desde dónde te escribo, es una nueva dirección que he hecho, soy Ana, no es un mensaje como los que te solía enviar, ya me descubriste lo que te estaba haciendo y no tengo perdón y aunque tú me perdones, no puedo permitirlo, no debí engañarte nunca y por eso te digo que esto debe acabar aquí, llámame egoísta pero es lo mejor para los dos, no te mereces lo que te he hecho y yo tampoco me merezco estar viviendo una relación a distancia, es muy difícil la convivencia, no lo puedo soportar, por lo que esto será lo último que sabrás de mi.
Mucha suerte en tu nuevo instituto, y hasta siempre.
Un abrazo, Ana.

No podía creer lo que estaba leyendo, el día me había ido demasiado bien, pensé en contestarla, pero una persona que me había engañado durante 4 meses, en una relación de 2 años, y que encima me decía que no podía permitirse una relación así no merecía ni una palabra mía más, aunque, la quería, la quería como nunca iba a querer a nadie, estaba seguro.

[ELLA]

Después de comer, quedé con con Alex, mi novio, estábamos mal, como siempre, ya era rutina, no se como seguía con alguien que tenia cambios de humor tan raros, quizá porque le quería y porque a pesar de todo, siempre estaba ahí. Nos fuimos a dar una vuelta por el centro de la ciudad, nos tomamos algo y nos fuimos a su casa, y allí como siempre empezó la bronca, yo le conté lo de Pablo, y me empezó a decir que me tenía que alejar de ese chico porque seguramente le gustaba y quería llamar mi atención lo que haría que lo nuestro se fuera deteriorando. Al decir eso ya me cansó, no me podía creer lo que me estaba diciendo.

-¿Ves normal que todos los días saques algo por lo que discutir? –le dije

-Ves lo que te decía Lucía, todo acaba por deteriorar a la pareja.

No podía más, debía decírselo aunque me doliera.

-El único que deteriora la pareja aquí, eres tú, siempre estas pensando lo mismo, y aunque me duela, ya no puedo más Alex, siempre es lo mismo, y aunque te quiera y me duela, lo siento pero esto se acaba aquí.

Cuando acabé de decir eso cogí mis cosas me levanté de la cama y me fui, solo me apetecía llorar, pero en la calle no quería pero las lágrimas no esperan y aunque yo no quisiera,  no me quedó más remedio que hacerlo.

[ÉL]

En casa me agobiaba, no podía seguir allí, por lo que decidí salir a dar una vuelta por esa bonita ciudad y despejarme. Según caminaba intentaba fijarme en la gente y decidí imaginarme la vida que podían llevar, pero no pude, no me sacaba de la cabeza ese mensaje y menos aun todos los momentos preciosos que habíamos vivido juntos, aunque el pensar que esos momentos preciosos los compartía también con otro, me mataba. Me encendí un cigarro para ver si eso calmaba mis nervios, pero fue inútil, me sentía solo, y triste y no sabía que podía hacer para despejarme, nada servía no podía quitarme de mi mente esos ojos brillantes diciéndome tantas veces te quiero, tantas veces que mientras lo decía, ¿Quién sabe si pensaba en mi? No podía quitarme esos pensamientos de la cabeza, pero estaban acabando conmigo.

[ELLA]

Cada paso que daba agrandaba mi arrepentimiento y mis lágrimas aumentaban, pero no podía seguir así, de él solo recibía dolor, le había querido mucho pero ya iba siendo hora de pensar en mi y empezar a ser feliz, me iba a costar olvidarme de él, lo se, pero también se que la vida son dos días y no estaba dispuesta a desperdiciarlos.

Llegué a una plaza dónde apenas pasaba gente y me senté, necesitaba estar sola, no quería hablar con nadie, mi teléfono no dejaba de sonar, era él y por eso colgué. Tenia una llamada del numero desconocido pero no era el momento de ponerme a hablar, no por ahora. A lo lejos vi caminar a una persona, parecía un chico y se dirigía hacia mi, pero hasta dónde mi vista alcanzaba no lograba reconocerlo, pero de una cosa estaba segura…

Alex no era.
  
[ÉL]

Esta mediodía se me ocurrió una locura, y en el mismo momento que se me ocurrió la hice y me arrepentí, no sabía en que estaba pensando, pero me estaba jugando mi futuro, y la verdad, ahora no estaba para perder más cosas. Pero realmente me apetecía volverlo a hacer, quería saber más de esa persona, quería estar en su vida, no sabía ni como ni cuando me había pasado eso, pero me había pasado, y era pensar en ella, y sacar una sonrisa, que locura…Volví a hacer lo mismo pero no hubo resultado, seguramente sea una señal, no debo volver a hacerlo, eso solo estropearía más las cosas. Guardé mi teléfono y continué mi camino hacia ninguna parte. A lo lejos pude ver a una persona, una chica, la conocía venía corriendo hacia mi, pero no parecía conocerme, corría hacia ninguna parte, sus ojos buscaban ayuda, cariño, y en ese momento supe que era ella, me entraron unas ganas locas de abrazarla, preguntarle que le pasaba, pero no podía, ella ya había decidido, y mi futuro no estaba al lado de Ana.

[ELLA]

Según se iba acercando a mi esa persona, más conocida me resultaba pero las lágrimas me impedían ver quien era esa silueta borrosa que se acercaba poco a poco hacia mi. Por un momento pensé en él, en Alonso, que locura, no tenía ni idea de que me estaba ocurriendo, ¿Por qué en estos momentos estaba pensando en él? Acababa de cortar con mi novio y la única persona que se me venia a la cabeza era mi profesor…Puff necesitaba relajarme, alejarme, irme lejos y no volver, quizá eso sería lo mejor. Me levanté del banco y seguí con mi camino, eché a correr, necesitaba sentir el aire golpeándome el rostro, necesitaba sentir esa libertad que tenía hace dos años, necesitaba volar…pero sentía que mis alas no levantaban el vuelo. Nada más acabar de pensar esto estallé, mis lágrimas se peleaban por salir, mi corazón, solitario, dolido, inseguro, golpeaba mi pecho con fuerza queriendo liberarse, queriendo vivir, pero yo no le dejaba, mi tristeza me embargaba y aprisionaba mi corazón como una celda que retiene a su preso.

Sentí como una mano se posaba sobre mi hombro, levanté la cabeza y lo vi, era Pablo, no podía creérmelo siempre estaba cuando más lo necesitaba, no pude por menos que echarme a sus brazos y llorar, llorar como una niña pequeña cuando le han roto un juguete y se aferra a su madre como su única salvación, en este caso el juguete era mi corazón y él no era mi madre, pero su compañía en estos momentos la necesitaba más que nunca. 

El no sabía que me había ocurrido pero no le importaba, no preguntaba solo me abrazaba, y con eso me bastaba.

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