lunes, 23 de enero de 2012

CAPÍTULO 13:

[ÉL]

Cuando llegó Soraya, lo primero que pensé, fue ¡Que buena está! Era algo que saltaba a la vista, lo único que no me gustaba era esa pequeña verruga que tenía encima de la ceja, que intentaba disimular con el flequillo. Nunca me han gustado aquellas personas que se averguenzan de algo de su físico y hacen lo que sea para ocultarlo, y no se dan cuenta, que cuanto más ocultes un defecto y más importancia le des, más se nota.

La invité a pasar, empezó a ojear lo que tenía encima de la mesa, era el libro de los alumnos y lo abrió.

-¿Qué tal son los alumnos de primero de bachillerato de este año?-me preguntó.

Cuando acabó de hacer esa pregunta, me vino la imagen de Lucía a la mente y sonreí.

-¡Oh! Parecen muy buenos chicos, pero ya sabes es el primer día y todos están tranquilos.

-Hay varios repetidores ¿No?.

-De primero de bachillerato en mi clase no, he estado mirando antes las fichas de los alumnos y no hay ninguno, pero si hay varios que no están en el curso que deberían.

-Ya…a eso me refería, no entiendo los que repiten en la ESO una o varias veces y se meten a bachillerato, por mi propia experiencia tengo claro que no consiguen sacar el curso. Tienen que asumir que si no pueden en la ESO menos van a poder en bachillerato, pero realmente más culpa tienen los padres que ellos mismos.

Al decir eso, sentí una fuerte punzada en el pecho, no sabía porque pero no me gustaba nada el pensamiento tan atrasado que tenía aquella profesora que iba de divina con esos pensamientos tan retrógradas.

-No estoy de acuerdo, pienso que a muchos pueda pasarle eso, pero no conoces la vida de cada alumno y lo que le ha hecho repetir, quizá haya problemas personales, o enfermedades que les ha privado de ir curso a curso, o quizá solo hayan tirado el tiempo y se den cuenta ahora de lo que quieren. Pero no eres quien ni tú ni nadie de juzgar a un alumno sin conocerlo solo por la edad que puedan tener.

Me di cuenta que lo estaba diciendo con tono borde, demasiado, pero esos pensamientos podían conmigo, ahora solo deseaba que esa profesora me dijera lo que quería realmente y se marchara de mi casa, sentía vergüenza ajena de que hoy en día, aún hubiera profesoras como ella.

-Bueno cada uno tiene su opinión, no por eso vamos a discutir ¿Verdad?-dijo con una sonrisa en los labios, un tanto falsa.

-No discutir, pero si hablarlo, yo si no estoy de acuerdo, no me voy a quedar de brazos cruzados, refutaré tu opinión y si hace falta te haré ver que no es así como tú dices. Pero bueno, dime a que has venido.

-Quizá no hemos empezado con buen pie, pero te haré ver que tengo razón.

Seguía con la misma idea, mira que era cazurra.

-Lo dudo, pero puedes intentarlo. Y ahora dime, ¿Qué querías decirme?.

-Mira, tenemos mañana una reunión de departamento como ya te dije por teléfono y me gustaría saber tu forma de dar clase, para así poder compaginar las dos asignaturas.

-Bueno, me parece bien, pero mi forma de dar clase es la norma, intento amenizarlas contándoles pasajes para que se les queden muchas cosas, y trabajo mucho en clase, es decir, leemos en voz alta, explico, y mando ejercicios para que los hagan en casa y recogerlos al día siguiente, lo normal.

-Ya…pero ¿A qué te refieres con “contarles pasajes”? Creo que son mayorcitos ya como para estar contándoles cosas para que se les quede.

De verdad, me estaba sacando de mis casillas.

-Bueno esa es mi forma de dar clase, no la voy a cambiar porque tu pienses que son “mayorcitos” a mi me ha ido siempre bien así, y no tengo en mente el cambiar mi didáctica.

-Esta bien, está bien, creo que no nos vamos a poner de acuerdo, mejor me voy y ya mañana hablamos todo en la reunión.

Era lo más acertado que había dicho en toda la hora que llevaba aquí sentada.

-Sí, yo opino lo mismo, mañana lo hablamos.

Dicho esto, se levantó cogió su bolso, me dijo adiós acompañado con un beso en la mejilla y se marchó.

Me quedé sentado en la silla, la verdad me había impresionado pero para mal, esa voz dulce y simpática por el teléfono, no se correspondía a la realidad, ni un poquito. Miré el reloj, eran las doce y Morfeo llamaba a mi puerta, creo que debería hacerle caso, había sido un día cargado de emociones y de distintos sentimientos bastante confusos, me vendría bien dormir y desconectar.

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